martes, 8 de diciembre de 2015
Poeta
¿FUTURO?
Cuando la tarde silencia,
Se apaga el día,
Aflorando nostalgias
y recuerdos,
Enmarañados….ligados.
Son los atavíos
ancestrales
Trasmitidos por
generaciones,
Que alegran o enmudece
el alma.
No todos pueden adormecer
distancias,
Colores, sabores,
amores.
La vida sigue en sus
cotidianos
Movimientos de idas y
vueltas,
Al que acompañamos a
gusto, o no.
A veces nos quedamos
atrapados.
Otras, logramos
liberarnos,
Flotando
Entre las
turbulencias inquietantes.
Lo posible,
La inteligencia de no
zozobrar.
Tomar el desafío
enalteciendo cada segundo
No aletargando, ni
confundiendo el futuro.
Alicia Barboza
Poeta
GRACIELA
Pocas veces, se unieron
lo terrenal y el alma, para
impartir justicia.
Conjunción ineludible
de idoneidad,
experiencia y
capacidad.
Será mi alma dolida,
con surcos marcados por la vida,
La que voló con los
colores de la aurora boreal,
logrando atrapar esta
alma justiciera?.
Parpadearon mis ojos, cuajaron
mis lágrimas,
casi…secas!
Brotaron turbulentos diálogos, angustiosos,
casi...sin emitir sonido!
Identificando mi
tormento interior.
Graciela, persona
especial…
Sensible e intuitiva.
Jueza en lo familiar.
Hay valía más
importante…
para salvar
el máximo pilar de nuestra sociedad?.
Se hizo justicia, lo sé.
ALICIA BARBOZA-
9/11/2014
Poeta
LA
ESPERA
Espera permanente
Bulliciosa e interminable
expectativa.
Teléfonos que suenan acompasando
ansiedades
Campanas, timbres
Emparentan: dolor y angustia,
Heridas que el oído no admite
Partitura discordante con el
momento.
Grito en silencio la espera
temerosa.
Zozobras inocultables.
Dolores del alma en nebuloso
dilema,
Ante el desconocimiento
resultante,
De esa espera ignota.
Ojos que se secan ante la
radiación
Iluminación forzosa.
Trabajo necesariamente perfecto.
El día… maravilloso
Negro ante la curiosidad.
Ayuno que obnubila cual
abominable perturbación,
Humor negro a flor de piel
Convite inevitable a la pasividad
Paz,
resignación…no hay otra. Alicia Barboza
domingo, 20 de septiembre de 2015
LA CASCADA
Gira y
gira el carrusel de la vida
Vaivenes
armoniosos como arrollo sinuoso,
Que baja
serpenteando amorosamente los rincones de los recuerdos
Deleitando
las musas inspiradoras del edén.
Son
minutos, fracciones entrecortadas de felicidad.
Son placeres
terrenales encaramados y aferrados
Como
moluscos en las rocas ante el golpeteo del alma
Disfrute
paciente, reposado, amoroso momento.
Oxígeno
vital como la pureza de la naturaleza
Necesario
en los albores de la existencia
Paz
requerida, aprehendida, evitando el abandono
En la plenitud
del alma en búsqueda de ella.
La vida
requiere entornos vitales, placenteros,
No más
raíces retorcidas por la vida
Sino
tranquilidad del deber cumplido
Y el
disfrute misterioso y volátil de la felicidad.
NOSTALGIAS
La plata, 9/9/2015
Anochecía. Allá, por el año 60 del siglo pasado. Noche
de luna llena y estrellas al alcance de la mano. En Tucumán, mi tierra natal, la noche es
esperada, luego de un tórrido día de calor. Donde la vegetación no necesita
permiso para sentirse plena, donde hasta el alma se siente enmarañada y
envuelta en tanta belleza. Nacida en un
pueblo cerca de la montaña, justo…donde comienza el ascenso a la misma, donde
el cuento era protagonista en vísperas de ir a dormir, sentados en el jardín en
mullidas hamacas que al mecerse invitaban al sueño placentero, preparando el
nuevo día.
Mi encuentro con él, era idílico. Casi…utópico. A
solas, como despedida del el día a día. Maravilloso, si!. Siempre a contraluz con
la luna. Allá en la primera loma. Siempre en el mismo lugar y a la misma hora.
Era hermoso, majestuoso me animaría a decir. Su cuerpo de caballo, sus crines
volando, movidos por la fresca brisa y sus alas siempre listas y preparadas al
vuelo necesario y repentino. Su blancura a la luz de la luna aparentaba una
estrella viva. Era el guardián de la montaña y para los que somos hijos de
ella, sabemos que está y podemos acudir a él…claro, imaginando diálogos,
hablando en silencio,…escuchando el consejo oportuno.
Cuando en mi vida avizoraba una simple tristeza,
nuestras charlas, casi telepáticos, transformaban la misma en una esperanza,
parecía mágico. Claro, era su función, los hijos de la montaña nunca debían
estar tristes. Su fuerte figura movía en mí, sentimientos sencillos, humildes:
de respeto a su quietud a cambio de no perderle de vista y asegurarme su
presencia.
Suficiente, sabía de su amistad incondicional, de su
llegada a mí, de su calidez, casi
humana. Con solo traerlo a mi mente, guiaba mis nostalgias llevándolas a la
realidad.
Hoy, sentada en mi casa de tantos años, acá, en La
Plata, bajo el viejo laurel en el que anidan mis viejas calandrias que me
despiertan con su canto al amanecer y mirándome de cerca, mi fiel amiga y
compañera Lucy, sé que sigues allí, donde te dejé hace 40 años y sigo
escuchando, solo imaginando, decirme: Alicia, somos hijos de la montaña, pero
tu vida ya no nos pertenece, ni nos veremos con asiduidad, pero, cuando tu alma
llore de nostalgias yo acudiré a
ayudarte a transformarlas en recuerdos.
M. Alicia Barboza
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